viernes, 21 de agosto de 2009

Es la economía real, idiota

En 1992 Bill Clinton aseguro su victoria electoral en su debate contra el Presidente estadounidense de ese entonces Bush Padre cuando le espeto "es la economía, idiota", la frase de gran impacto mediático y electoral estaba dirigida a volcar la atención en que los problemas de ese país estaban la recesión de aquellos años y no, por ejemplo, en la guerra contra Saddan Husein de la que acababa de salir victorioso Bush.


 

Más de quince años después nos encontramos con el desarrollo de la crisis económica mas importante desde los años treinta, y a un año vista desde su comienzo, es un momento oportuno para evaluar los remedios propuestos desde los países centrales para salvar la situación.


 

Para llevar a cabo nuestro cometido es necesario plantear cuales son las creencias predominantes del origen de la debacle económica mundial. Las explicaciones se basan en demostrar que un cambio en las expectativas de los agentes financieros de las posibilidades repago de las deudas contraídas en el mercado inmobiliario estadounidense, se tradujo en una caída de los activos financieros que poseían como subyacentes los créditos posiblemente incobrables, y un efecto riqueza inverso del tal magnitud que arrastró vía la globalización al resto de las economías nacionales.


 

Bajo esta línea de pensamiento, la solución mas inmediata se encuentra limpiar el sistema de aquellos activos que no se encuentran emparentados con su contrapartida real, restaurar la liquidez del sistema de créditos con incalculables emisiones de dinero fiduciario, para poder comenzar una nueva burbuja que empuje hacia delante las ruedas del sistema.


 

En ese sentido, los principales países del mundo aplicaron medidas tendientes a salvar a gigantes financieros que habían invertido mal los ahorros de sus clientes, emitiendo grandes cantidades de dinero y bonos del Estado que se terminaran pagando con el ahorro futuro los mismos ciudadanos a través de futuros mayores impuestos y aumentos de la tasa media de inflación. Los mercados financieros reaccionaron al estimulo con más de tres meses de subas continuas, y los gerentes financieros cobraron jugosos dividendos por contratos laborales firmados antes de la crisis.


 

En contraposición, la crisis financiera se traslado claramente a la economía real dejando sin empleo a millones de personas en el mundo, aumentando la desigualdad de la distribución del ingreso, y con ello la pobreza a nivel mundial. Lamentablemente la economía de todos los días no reacciona como los mercados financieros, destruir puestos de trabajo es menos complejo que crearlos, y las consecuencias sociales en materia de dislocaciones de personas, precarización, etc. asociadas a aumentos del desempleo involuntario plantean problemas que pueden durar décadas, e inclusive pueden tornarse irreversibles.


 

Es decir, si bien los gobiernos nacionales actuaron en forma distinta a los años 30´, su estrategia principal fue el salvateje de los mercados financieros por sobre la economía real, y las consecuencias palpables de tales decisiones solo serán revertidas en un largo y penoso camino.


 

A su vez, los gobiernos no muestran señales de reacción a efectos que no vuelvan a ocurrir recurrentes crisis similares, más allá de actos declarativos sobre mayores regulaciones internacionales sobre los mercados de activos que no avanzan en sustancia.


 

Los mercados de capitales deberían proveer una manera eficiente y transparente de financiar proyectos de inversión en la economía real, y no ser un medio para la pura especulación financiera a través de instrumentos cada vez más sofisticados que permiten superganancias en tiempos record, distorsionando el sentido fundamental para lo que fueron creados.


 

Se impone entonces una inmediata regulación de los mercados financieros internacionales que debería tener los siguientes ejes: a) Que el mercado accionario tienda a ser el reflejo verdadero de la economía del país; b) Que los productos derivados se practiquen solo sobre operaciones reales, y no sean luego transables a terceros operadores.


 

No vaya a pasar que en la próxima crisis debemos pensar en que es la economía real, …. idiota.


 


 

sábado, 8 de agosto de 2009

El Fracaso de los Kirchner


 

La principal meta de la política económica gubernamental es mantener los niveles de empleo de la población en sus mínimos posibles, y que la distribución de la renta sea equitativa entre los sectores sociales. Para ello, los economistas fijamos objetivos, y entre los más importantes se encuentra aumentar las riquezas de la sociedad (objetivo de crecimiento) manteniendo a raya el nivel de precios de la economía (objetivo de inflación), y debemos proponer una política redistributiva para lograr el transbasamiento de recursos entre las clases sociales a efectos de corregir las fallas que los mercados producen en materia distributiva.


 

A su vez, la economía puede atravesar por condiciones excepcionales, sean estas malas o buenas, que se pueden presentar debido a dos tipos de situaciones, o bien pueden ser producto de un evento aleatorio de carácter externo, o bien consecuencia de la política económica adoptada por los gobiernos nacionales. Saber aprovechar las condiciones externas excepcionalmente buenas indudablemente ayuda a solventar las excepcionalmente malas, y por consecuencia utilizar demagógicamente las riquezas generados en épocas de bonanza implicará necesariamente mayores perdidas futuras.


 

Desde 2003 hasta mediados de 2008 la Argentina viene creciendo a tasas extraordinariamente altas (un promedio del 8% anual aproximadamente) en el marco de una situación internacional por demás favorable, con un modelo que podríamos señalar como distributivo centrifugo, en donde el Estado extrae fondos de las superganancias de los sectores más favorecidos por el crecimiento, y esos recursos son volcados en las poblaciones urbanas concentradas (de sobremanera en el Conurbano Bonaerense y otras aglomeraciones similares del país), con un criterio mas electoral que económico social. Esta redistribución se ejerce mediante subsidios a bienes y servicios (gas, electricidad, créditos blandos, automóviles, etc.), cuyo efecto final fue claramente regresivo.


 

La coyuntura fiscal argentina presenta fuertes señales de crisis producto exacerbación de las políticas precedentes, a titulo de ejemplo durante el primer semestre del año se aumentaron las transferencias mas de un 40%, así como las remuneraciones pagadas por el Estado Nacional tuvieron aumentos del mismo orden. Sumado a ello la recesión imperante ha impactado fuertemente en la recaudación, haciendo descender el superávit primario en un 65%, y ha puesto en rojo el resultado financiero de la Argentina. Esta expansión por encima de las posibilidades financieras provocará una fuerte tensión en las finanzas públicas del segundo semestre, y esta no será neutral en términos sociales.


 

En tanto los indicadores sociales muestran señales de deterioro en todas las mediciones privadas y publicas, lo cual nos advierten el fracaso de las políticas populistas implementadas por los Kirchner, y es de esperar que las mismas empeoren en los próximos meses por el impacto de la recesión y las restricciones presupuestarias, sobre todo en las clases más desprotegidas.


 

Lo anterior se plasma en los aumentos tarifarios de luz y gas implementados, los aumentos de los costos de educación y salud, la paralización postelectoral de la obra publica, e inflación superior al 15% anual que carcome el poder adquisitivo de los salarios, todo ello se transforma en un ajuste de hecho, en el cual los sectores más perjudicados son las clases medias y bajas.


 

Ciertamente se imponen cambios profundos en los mecanismos de redistribución de la riqueza del país, por un lado, es necesario que la política tenga un profundo sentido federal, y que desde el Estado se ayude a desconcentrar las aglomeraciones urbanas, creando incentivos para la radicación y mantenimiento de poblaciones rurales que eviten nuevas dislocaciones.


 

Por otro lado, desde el Estado debe garantizar un ingreso mínimo familiar de carácter amplio y universal, que asegure la salud, educación y alimentación de todos los sectores sociales y etarios haciendo especial incapie en los más sensibles como la niñez y los adultos mayores.


 

En síntesis, la administración de los recursos públicos se deben reorientar a la transformación productiva social de la Argentina, generando infraestructura y condiciones sociales para la desconcentración económica-urbana, y a su vez generar una red de contención social que redistribuya en forma progresiva los ingresos con un carácter universal, y no desde una perspectiva clientelista.